Término que proviene del latín mysterium y remite a cualquier cosa o situación que tenga algún elemento secreto u oculto. Es un concepto fundamental para la teología y el cristianismo.
El misterio forma parte de la religión como base para la percepción de lo divino. Para la teología, es una verdad o suceso oculto de Dios que únicamente puede ser conocido por la revelación y comprendido desde la fe.
El misterio radica en lo que sólo Dios conoce y que trasciende toda inteligencia creada.
Se puede acceder a ella a partir de la iluminación del Espíritu Santo, según los teólogos católicos quienes admiten su existencia a través de los dogmas.
Se expresan mediante términos analógicos como lo es el misterio de la Trinidad.
De este concepto semántico es derivado también el término de misterio que refiere a las representaciones teatrales religiosas que se realizaban durante la Edad Media y que perduraron hasta el siglo XVI.
Los cultos religiosos secretos griegos anteriores al siglo VI a. de C. permitían su participación sólo a los iniciados que hubieran pasado un período de purificación.
Mientras que los cultos de las antiguas religiones estaban dirigidos a la consecusión de bienes materiales sensibles para la comunidad popular, el eje central del culto de los misterios consistía en la consecusión de la salvación para el individuo a través de la unión con el dios que ocupaba el centro del culto, generalmente un dios muriente o resucitante, en cuyo destino participaba el adepto consagrado.
Muchos cultos de los misterios exigían una elevada conducta moral por parte de los adeptos y es por esta razón que han tenido un fuerte impacto en todas las clases sociales del pueblo, que entendían al culto como una forma de interpretación de su estado y status social, extendiéndose por toda la cuenca del Mediterráneo.