Un lente se puede definir como un objeto transparente que se utiliza para formar ciertos tipos de imágenes o deformar la trayectoria normal de los rayos luminosos. Los lentes casi siempre están hechos de vidrio y, por regla general, al menos una cara de su superficie suele tener una forma curvada con el fin de que pueda cambiar la dirección de los rayos de luz, ya que, de otra forma, estos atravesarían el vidrio sin modificaciones, como sucede en un vidrio convencional.
La palabra proviene del latín lentis, que significa lenteja. Esto es así por el parecido que tienen con la legumbre del mismo nombre.
Un lente funciona gracias a la refracción que sufren los rayos de luz al impactar en los distintos puntos del vidrio. En la vida diaria, los lentes son utilizados en artefactos como anteojos, que no son sino dos lentes armados de forma especial sobre un armazón, que sirven para corregir o mejorar la visión de las personas. Algunos, sin embargo, son utilizados solamente con fines estéticos.
Al hablar de lentes para mejorar la visión nos encontramos con tres tipos principales: bifocales, de contacto e intraoculares. Los bifocales son lentes tradicionales (montados sobre un armazón) con dos potencias distintas, dependiendo de si se tenga problema para ver de lejos o de cerca.
Por su parte, los lentes de contacto son una capa delgada que se coloca directamente sobre la cornea, sin necesidad de usar algún armazón como en el caso de los lentes bifocales. Estos lentes son seguros de usar pero requieren de mucha higiene por parte del usuario y de una serie de cuidados especiales para evitar complicaciones.
Por último, el lente intraocular es un lente especial que se instala solamente por medio de un procedimiento quirúrgico. con el fin de eliminar problemas de enfoque en la vista.
Las lentes también son usadas en microscopios o telescopios, aunque en estos últimos suele ser habitual que su funcionamiento se base no sólo en el lente, sino en una combinación de lentes y espejos.