Palabra que proviene del latín focus (fuego) y que refiere al sitio donde es colocada la lumbre en las cocinas, chimeneas, hornos de fundición, etc. Los hogares constituyen la zona de la caldera en donde los combustibles desprenden la energía calorífica que debe tomar el fluido evolucionante.
Los hogares pueden diferenciarse por sus dimensiones, por el tipo de combustible empleado y por su situación respecto de la caldera. A su vez, los combustibles utilizados pueden ser líquidos, gaseosos o sólidos y necesitan de un soporte adecuado para el combustible, denominado parrilla.
Durante el siglo XVIII se denominó “hogar contribuyente” a la unidad de imposición utilizada en algunos lugares. El hogar contribuyente no correspondía necesariamente con el número real de los hogares, pudiendo ser aumentado o disminuido según las circunstancias, tales como guerras, pestes, cosechas extraordinarias, etc., y no a partir de las variaciones reales de las familias.
Las escuelas de hogar, por otro lado, eran centros educativos dirigidos por diversos organismos (particularmente religiosos o de servicio social) destinados a la mujer donde podían desarrollar aptitudes específicas y en los cuales se adquirían los conocimientos teóricos y prácticos indispensables para toda ama de casa: adquisición y conservación de los alimentos, artes culinarias, decoración, higiene de la casa, costura, cuidado de los hijos, etc.
En la actualidad encontramos que el concepto de hogar es empleado en el lenguaje popular para referirse al lugar donde habita una familia pero otorgándole un valor agregado al significado; en el cual el afecto, la contención y el “calor humano” son más importantes que el valor material de dicho espacio: “Tiene una casa pero no un hogar”, es una frase muy común que hace referencia al empleo del término con esta significación.