La palabra fluido se deriva del latín fluĭdus, y de manera simple, se puede definir como cualquier sustancia en estado líquido o gaseoso. Sin embargo, si quisieramos adentrarnos a una definición más técnica y científico, podríamos decir que un fluido es aquella sustancia entre cuyas moléculas existe una atracción débil.
Una característica distintiva de los fluidos es que son capaces de deformarse cuando se les aplica alguna presión.
Para ejemplificar de mejor forma la distribución de las moléculas de un fluido, podemos decir que, mientras en un sólido todas las moléculas se encuentran muy juntas y comprimidas, en un fluido no tiene por que ser así.
De manera hipotética, si contaramos con una forma de sostener las moléculas, podríamos arrojar una a la derecha y otra a la izquierda y ambas seguirían su camino, sin necesidad alguna de juntarse para seguir siendo un fluido.
Además de incluir a los líquidos y los gases, los plasmas también son fluidos, junto con algunos tipos especiales de plásticos sólidos. Hay que notar, sin embargo, que en el lenguaje cotidiano la palabra fluido se suele utilizar únicamente para referirse a los líquidos.
Además de la habilidad de la deformación, que en algunos fluidos es menos ligera (lo que se conoce como viscosidad), estos también cuentan con la característica de la fluidez, que les permite tomar la forma de el contenedor en el que se encuentren. Para denominar al movimiento de los fluidos se utiliza el verbo fluir.
La rama de la física que estudia a los fluidos es conocida como mecánica de fluidos, y se encarga de estudiar tanto su movimiento como aquellas fuerzas que los pueden provocar.
Esta rama funciona bajo una hipótesis que dicta que los fluidos son completamente continuos a lo largo de cualquiera que sea el espacio que ocupen.
Además, en la mecánica de fluidos se toma en cuenta el hecho de que los fluidos cumplen, de forma estricta, la ley de la conservación de la masa y la primera y segunda ley de la termodinámica.