La palabra fecundidad se deriva del latín fecundĭtas, y se entiende como la posesión y realización de la fertilidad, ya sea en humanos, animales o incluso plantas. Es decir, el poder reproducirse para engendrar descendencia que conserve rasgos y características de la especie.
La fecundidad es estudiada de manera distintita por varias ciencias. Si buscamos un poco, encontraremos que la demografía es una de las ciencias que más trabaja con este concepto, y en ella la fecundidad se refiere a la capacidad o potencial reproductivo de un ser individual o de una población completa. Así, esta ciencia elabora lo que se conoce como tasa de fecundidad general, que calcula el número de bebés nacidos por cada mil mujeres fértiles en una población, casi siempre a lo largo de un año. Esto permite, junto con otros indicadores, conocer que tan rápido está creciendo determinada población.
Siguiendo con la demografía, existe una rama de esta ciencia conocida como ecología de poblaciones, que se encarga de estudiar las poblaciones de una misma especie, y en donde la fecundidad toma un factor clave, ya que se considera que puede aumentar o decrecer de acuerdo al entorno en el que se vive. Así, en tiempos difíciles para la población humana, como cuando hay guerras, sequías o difícil acceso a los alimentos, la natalidad entre jóvenes y adultos comienza a decrecer de manera pronunciada.
En la biología, la fecundidad se entiende como el potencial que tiene una población para reproducirse, y esto se mide con el número de gametos o semillas. La diferencia esencial con el concepto demográfico es que, en la demografía, se considera que la fecundidad humana es limitada de manera intencional, mientras que la biología supone que organismos no limitan su fertilidad. Es también la biología la que estudia como desarrollar métodos que permitan la fecundidad en organismos que por alguna u otra razón tienen dificultades para procrear.