El término proviene del latín educatío y refiere principalmente, a la enseñanza, crianza o doctrina que se imparte a los niños y a los jóvenes. La misma implica una modificación en el hombre en cuanto a su perfeccionamiento y al logro de una realización máxima de sus posibilidades.
En el mundo antiguo, la educación era impartida por ancianos y sacerdotes, de carácter global e indiferenciado y consistia en la comunicación de tradiciones y modos de conductas que aseguraran la continuidad estática de la sociedad.
En los pueblos orientales, la educación estaba basada en los grandes libros sagrados y en los poemas que transmitían la enseñanza de los dioses-sabios. Algunos ejemplos encontramos como los libros de Confucio y las enseñanzas del Lao-Tsé en China; los Vedas y el Código en la India; el Talmud en Palestina o la Biblia entre los israelitas.
La educación se brindaba dentro de la familia. La instrucción pública, como tal, surge en la Grecia preclásica y privilegió la supremacía de la razón, la crítica y la libertad individual, que valoraron el intelecto y la personalidad del hombre. Este tipo de educación influiría más tarde en el mundo occidental.
Surgen entonces las escuelas privadas, con tres niveles básicos: primaria, secundario y superior. Las áreas desarrolladas fueron inicialmente las letras, la gramática, la retórica, la oratoria y el cálculo. Luego llegó la influencia cristiana que dio paso al origen de la religión en la educación, extendida hasta el período pre-renacentista.
La etapa del renacimiento, junto a los cambios políticos, económicos y sociales que sufrió el continente europeo, dio origen al desarrollo de la individualidad, el interés real del hombre e independencia de las creencias religiosas. A su vez, dio lugar al desarrollo de las disciplinas científicas, matemáticas y artísticas.
La invención de la imprenta aceleró el proceso de difusión del conocimiento, ampliando el universo de la educación y haciéndola de esta forma, más popular.