Refiere al nombre genérico de cualquier obra que deriva de la poesía dramática, generalmente encontrada en el teatro o la cinematografía, en la que suelen presentarse situaciones dolorosas o conflictivas.
En literatura es un género que hoy en día se aplica a toda representación escénica y que toma elementos de la tragedia y de la comedia, combinando lo sublime con lo grotesco. Su origen se remonta a la Antigua Grecia; durante la Edad Media fue un género casi desconocido, con excepción del drama litúrgico o el misterio.
A principios del siglo XVI aparece el drama bíblico que continuó cultivándose hasta la actualidad. Luego aparece el drama jesuítico, de rasgo pedagógico, basado en las vidas de los santos y la historia de la Iglesia. Dichas representaciones se realizaba en las escuelas jesuíticas y estaban acompañadas por pasajes musicales y cantos con una puesta de escena de complejidad. Una obra muy popular fue la Tragedia de san Hermenegildo y que, gracias a este tipo de puesta en escena, contribuyó a la formación teatral de Calderón, quien llevó a la perfección el drama teológico.
Por otra parte, Lope de Vega se destacó por escribir sus comedias mezclando tragedia y comedia en el drama de honor, de amor y de costumbres que fijaron las normas del drama típicamente español, siendo más tarde aprovechadas por los dramaturgos del siglo XVII.
La consolidación definitiva del género drama tuvo lugar en la Francia del siglo XVIII, donde la libertad en el desarrollo de la acción y la variedad temática se ajustaron a una gran diversidad de matices. Se convierte de esta forma en uno de los géneros preferidos por la burguesía en ascenso ya que a través del drama se podía expresar con un estilo serio, los aspectos domésticos y caracteres de esta nueva clase social.