La palabra cable tiene una gran multitud de acepciones, pero uno de sus usos más comúnes es aquel que se refiere a dos o más alambres torcidos en forma de espiral, que vienen cubiertos de un material aislante y que permiten transmitir corrientes eléctricas.
Estos alambres suelen estar hechos de cobre, aunque suelen venir recubiertos de una fina capa de otro metal, como estaño, oro o plata para prevenir la oxidación y así alargar el tiempo de vida del cable.
También se le conoce como cable a aquellos formados por fibras flexibles y transparentes hechas de cristal o de plástico, caracterizados por poseer un grosor un poco menor al de un cabello humano.
Estos cables son conocidos como cables de fibra óptica y su uso se ha venido incrementando con el paso del tiempo, gracias a que permiten transmitir datos entre distancias más grandes y a una velocidad mucho más rápida que la obtenida con otro tipo de tecnologías. Sin embargo, su configuración es mucho más compleja que la de otros tipos de cables.
A los cables formados por un conjunto de cables más pequeños de fierro o acero se les conoce como cables de acero. Estos cables cuentan con una gran multitud de usos y se caracterizan por ser capaces de resistir grandes tensiones, por lo que es común verlos a la hora de suspender cargas de gran peso. Suelen estar enredados en forma helicoidal.
En el mundo diplomático, se les conoce como cables a los mensajes enviados desde una embajada hasta su país de orígen, a menudo pensados para ser leídos por el Ministro de Relaciones exteriores o la persona que ostente un cargo similar. Debido a su importancia, estos cables suelen estar encriptados, y solamente se envian sin protección cuando se trata de mensajes sin mucha importancia o sin datos confidenciales.