Refiere a la persona que niega la existencia de Dios. Se denomina ateísmo práctico al hecho de comportarse como si Dios no existiese, sin plantearse el problema de su existencia; es especulativo o teórico cuando se rechaza su existencia formalmente. Las razones con que se justifica pueden ser bastante diversas.
El materialismo, al negarse a admitir cualquier realidad que no sea material implica evidentemente el ateísmo. Puede decirse que lo mismo ocurre con las formas radicales de evolucionismo, sino como un simple producto inmanente de la evolución de la misma realidad material.
En este caso, si todavía se admite hablar de “Dios”, se designa con ello únicamente el término ideal de la evolución. Una forma más atenuada de ateísmo se encuentra en los sistemas que admiten algún absoluto, pero le niegan carácter personal.
Generalmente, en este caso, más que ateísmo propiamente dicho, se tiene una de las formas de panteismo. Muchos aparentes ateos son solamente agnósticos, que no creen posible llegar a una convicción solidamente fundada sobre alguna realidad metafísica. Esta actitud, especialmente común en nuestros contemporáneos, puede, por otra parte, revestir formas diversas.
Puede ser el simple producto de un ateísmo práctico: uno se persuade de que la existencia de Dios es indemostrable porque ha decidido llevar una vida que no la tiene en cuenta, pero es posible, inversamente, que hombres cuyo comportamiento moral parece responder a convicciones religiosas, se declaran incapaces de compartirlas, por motivos especulativos erroneos.
Puede incluso suceder que tales hombres sean o se crean positivamente irreligiosos, a consecuencia de una noción falsa de divinidad. Se debe todavía observar que el ateísmo es un fenómeno que aparece en todas las civilizaciones, pero que corresponde a un momento de decadencia, en el que es constante su emparejamiento, y a veces en los mismos individuos, con el despertar de las supersticiones más groseras.