Astronomía ultravioleta, detección y estudio de la radiación ultravioleta que emana de los cuerpos celestes. La investigación de la astronomía ultravioleta cubre, virtualmente, todos los campos de la astronomía. Los datos sobre la radiación ultravioleta han mejorado nuestro conocimiento del cosmos, así como el de las características de la materia interestelar e intergaláctica, el de las capas exteriores de las estrellas, los procesos evolutivos en las interacciones de los sistemas binarios de estrellas y las propiedades físicas de los quásares y de otras galaxias activas. Por ejemplo, de los espectros obtenidos por el satélite artificial Explorador Internacional Ultravioleta (UIE, 1978-1996), los astrónomos dedujeron que nuestra galaxia, la Vía Láctea, está recubierta de un halo de gas caliente. Este satélite midió también el espectro ultravioleta de la supernova que apareció en la Gran Nube de Magallanes en 1987; el espectro ultravioleta se utilizó, por primera vez, para identificar a la estrella progenitora de una supernova.
La atmósfera de la Tierra impide que la mayor parte de la radiación ultravioleta que proviene del espacio exterior llegue a su superficie. Sin embargo, la luz ultravioleta con una longitud de onda entre 410 y 300 nm, llamada ‘región ultravioleta cercana’ puede alcanzar la superficie terrestre a través de la atmósfera (1 nm = 1 nanómetro, es la milmillonésima parte del metro). La radiación ultravioleta con una longitud de onda entre 300 y 10 nm solamente se puede detectar mediante instrumentos de observación situados por encima de la atmósfera de la Tierra. Estos instrumentos de observación incluyen telescopios y satélites artificiales en el espacio.
Un telescopio enviado a una altitud de 40 km, es decir, casi por encima de la capa de ozono de la atmósfera, puede observar la luz ultravioleta de hasta unos 200 nm. Para observar longitudes de onda menores de 200 nm, el dispositivo de observación tiene que estar colocado por encima de la atmósfera terrestre. Los telescopios situados en globos o pequeños cohetes son de gran utilidad, pero su tiempo de observación se ve limitado a unos cuantos minutos en el caso de un cohete y a algunas horas cuando se trata de un globo. Desde 1968 la mayor parte de las observaciones del ultravioleta medio y lejano se han efectuado desde telescopios situados en la órbita de la Tierra. (La región ultravioleta entre 300 y 200 nm se conoce como el ‘ultravioleta medio’. El ‘ultravioleta lejano’ se encuentra entre 200 nm y aproximadamente 91 nm). Algunos de los satélites artificiales puestos en órbita para detectar el ultravioleta son: el Observatorio Astronómico en Órbita (OAO-2, 1968-1973), el Copérnico (OAO-3, 1972-1981), el Satélite Europeo TD-1 (1972-1974), el Satélite Astronómico de los Países Bajos (ANS, 1974-1977), el UIE, el telescopio espacial Hubble (1990) y, más recientemente, el Explorador de la Evolución de Galaxias (GALEX, 2003).
El Explorador Ultravioleta Extremo (EUVE, 1992-2001) exploró gran parte de la región ultravioleta desde 91 hasta 10 nm, llamada el ‘ultravioleta extremo’, zona difícil de detectar debido a la continua absorción de fotones causada por la ionización de los átomos de hidrógeno y helio interestelares.
Desde mediados de la década de 1960 se han lanzado al espacio algunos telescopios equipados con detectores para observar el Sol en el ultravioleta. Uno de ellos fue un observatorio solar lanzado por Japón en 1991 llamado Yohkoh.