Vegetal peremne que aumenta la solidez del tallo y de las raíces, mediante la formación de grandes cantidades de tejidos fuertemente lignificados y, por ello, rígidos y duros. Algunos de ellos alcanzan una longevidad considerable, como por ejemplo, el caso del tejo que llega a los 2 000 años, o la secoya , que supera los 5 500 años.
Entre los distintos árboles, encontramos aquellos ramificados, con tronco y con forma de copa; y árboles en roseta, como es el caso de las palmeras, que sobre un tallo de cierta altura, muestran una roseta de hojas; este tipo de tallo es llamado estípite.
El tronco tiene un crecimiento secundario en espesor, como consecuencia de la formación de tejidos adultos secundarios, que se añaden a los primarios o los sustituyen en sus funciones. Estos tejidos secundarios se originan por multiplicación celular a partir de capas meristemáticas que reciben el nombre de cambium. Las hojas tienen una vida más corta que las ramas que las han producido, y tarde o temprano, suelen desprenderse.
Según el tipo de hojas, tenemos que los árboles perennifolios, son aquellos en que las hojas son persistentes a varios períodos de vegetación; y los caducifolios son aquellos en que sus hojas son caedizas y persisten durante un sólo período vegetativo.
Desde épocas remotas, antiguas culturas germanas, griegas y romanas han dado culto a los árboles. En algunas religiones se hablaba de las divinidades que residían en los árboles, especialmente en las Dríadas. Asimismo, han sido un símbolo de la revelación divina (árbol del conocimiento en el Antiguo Testamento, árbol de Bodhi en el budismo, árbol de los oráculos, etc). En la actualidad, muchas tradiciones tiene su origen en este culto y conservan el valor simbólico del mismo (árbol de Navidad,el acto de plantar un árbol, etc).