Anillo planetario, conjunto de materiales situado alrededor de un planeta. Los cuatro planetas mayores del Sistema Solar poseen sistemas de anillos, cada uno de un modo diferente. Saturno posee los anillos más prominentes, que se pueden ver fácilmente con un telescopio pequeño o con unos buenos prismáticos. Su cuerpo principal se extiende hasta unos 270.000 km hacia el exterior del planeta, aunque un poco más lejos se pueden observar anillos más débiles. Están formados por partículas, cuyos tamaños varían desde minúsculas piedrecillas hasta grandes cantos rodados, que giran en órbitas alrededor del planeta. Estas partículas son “bolas de nieve sucia”, mezclas de hielo y polvo, y es el hielo el que hace que los anillos sean tan brillantes. Los satélites de Saturno ejercen una fuerza gravitatoria sobre los anillos que los separa en miles de anillos finos, que se distinguen con facilidad en las imágenes procedentes del Voyager.
Los anillos de Urano están formados por un material muy oscuro que contiene carbono, de modo que sólo reflejan un porcentaje muy pequeño de la luz incidente. Varios de ellos fueron descubiertos desde la Tierra en 1977, cuando se vio centellear a una estrella en los momentos exactamente anteriores y posteriores a que Urano pasara frente a ella. Las imágenes enviadas por el Voyager 2, que voló a Urano en 1986, mostraron que por lo menos existían 11 anillos, confinados en estrechas bandas, en su mayoría de anchuras no superiores a unos pocos kilómetros, por los efectos gravitacionales de los satélites de Urano. Imágenes del telescopio espacial Hubble permitieron descubrir en diciembre de 2005 otros dos anillos de Urano, mucho más alejados del planeta que el sistema de anillos conocido hasta entonces.
Neptuno tiene cinco anillos. El más prominente es el que está situado en la parte externa y contiene agregados de material que son más densos que el resto del anillo. Júpiter posee el anillo más débil de todos, formado por bandas nubosas de polvo fino que se extienden hasta unos 200.000 kilómetros.
Todos los anillos planetarios permanecen sustancialmente dentro del límite de Roche, la distancia a la que una luna se rompería por efecto de la gravedad de su planeta. No se sabe con certeza si los anillos se formaron inicialmente por ruptura de satélites, o si están formados por materia que había quedado tras la formación de los planetas y no había intervenido en la formación de satélites. Probablemente todos los anillos se rellenan con materia procedente de la erosión y fragmentación de cuerpos pequeños situados entre ellos. Se podrían formar nuevos sistemas de anillos alrededor de otros planetas si los satélites más cercanos giraran y se rompieran.