Término utilizado para referir a la enfermedad producida por la disminución del número de glóbulos rojos o de hemoglobina en la sangre, o de ambos a la vez.
Existen distintos tipos de anemia como también causas que la provocan. Las anemias hemolíticas se producen debido a una exagerada destrucción de hematíes que puede deberse a agentes infecciosos, físicos, químicos, venenos vegetales o animales, a defectos de los propios hematíes en la esferocitosis hereditaria, anemia de células falciformes o a otras enfermedades con un trasfondo inmunitario (linfomas, leucemias, etc.)
La anemia perniciosa por otra parte, se produce por la alteración de las enzimas hemotopoyéticos del estómago y el hígado, y a una deficiencia en vitamina B 12. Generalmente se la vincula con una falta de ácido clorhídrico y enzimas gástricos, y se manifiesta tempranamente con parestesias en la lengua y glositis.
Desde el descubrimiento de los tratamientos terapéuticos hepáticos de Murphy, Minot y Whipple, y de la vitamina B 12, afortunadamente la anemia ha dejado de ser mortal. La anemia producida por una lesión en la médula ósea, y generalmente acompañada de una alteración en la formación de glóbulos blancos y plaquetas, recibe el nombre de anemia aplástica.
Se puede distinguir entre anemia infecciosa y no infecciosa. La primera, es originada por enfermedades específicas transmitidas por microorganismos y puede ingresar por diversas vías. La anemia no infecciosa, por otra parte, es producida por la pérdida de sangre debido a lesiones vasculares con hemorragia interna o externa como también por una disminución en la capacidad de coagulación.
Otros factores que producen anemia no infecciosa pueden ser: la destrucción de los eritrocitos; por alteraciones en la hemocitopoyesis a causa de lesiones primarias de la médula óseas o de otros tejidos (por ejemplo: tumores, leucemia, desnutrición); carencia de elementos hematopoyéticos (hierro) o por secuelas de diversas enfermedades.